“Instruir puede cualquiera, educar solo quien sea un evangelio vivo”
José de la Luz y Caballero
Proponer el perfil básico del docente
universitario que demanda esta nueva era, es una tarea muy complicada y
profunda, pues se corre el riesgo que en el intento; los árboles no te dejen
ver el bosque o al inversa.
Sin embargo, es una realidad que el
docente ideal debe ser, ante todo, una persona profundamente interesada por la
investigación y la superación constante, un lector voraz capaz de compartir con
sus alumnos, no solo lo más actualizado en el mundo del conocimiento, la
actualidad informativa y la cultura, sino el resultado de su producción
intelectual.
Imagen tomada de UNSa |
Otras competencias imprescindibles son
la capacidad de crítica, la actitud creatividad, el dominio de las TICS y ser ese
innovador convencido y comprometido que procede con respeto y tolerancia frente
a estudiantes y entorno sociocultural. Debe ser una persona con habilidades intrapersonales
e interpersonales, que sepa comunicarse en forma efectiva, autorregularse, con
motivación para desarrollar dignamente su rol docente, empático, con autoestima
alta y mucha estabilidad emocional. Debe predicar con el ejemplo, o sea, poner
en práctica aquellos valores éticos y morales que profesa. No hay autoridad
moral para exigir excelencia si no se es excelente.
Por último, comprometido con la cultura
y su importancia para la sensibilidad espiritual y el crecimiento personal de
los alumnos. Que reconozca la importancia de la proyección social y la cultura
ambiental, para él, sus alumnos y la sociedad. Una persona profundamente
humana, bienhumorada, con un gran sentido del deber, vocación, visión,
capacidad de dar y comprometido con el momento histórico. En fin, un “mago”,
para que mediante su acto logre desarrollar en los educandos aquellas
competencias que demandan los nuevos tiempos.
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