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viernes, 13 de mayo de 2016

Madre: manantial de ternura y amor

El amor de una madre no se puede medir ni comparar con nada, por amor a un hijo ella es capaz de realizar los esfuerzos más grandes para que no le falte nada y convertirlo en una persona de bien capaz de llegar a realizarse en la vida.
Yo tengo una madre que amo mucho y a pesar que está lejos físicamente, espiritualmente me acompaña en cada acto de la vida, en cada decisión que tomo, la siento como susurrándome al oído: “hijo este es el camino correcto vas bien”, “hijo, no seas tono, has esto en vez de aquello”, “hijo no olvides nunca quién eres ni de dónde vienes”, “hijo valora la oportunidad que la vida y Dios han puesto en tus manos”, “hijo pide disculpas si te has equivocado”, “hijo aprende a escuchar sobre todo a quienes nacieron primero que tú”, entre muchos más.  
Como pago agradezco a Dios por la dicha de tenerla. Asimismo, procuro demostrarle cariño sincero y hacer denodados esfuerzos para que ella recupere muchas cosas que sacrificó por mí en otras etapas de su vida: tranquilidad, plenitud, economía y tiempo.
Toda madre es un manantial de ternura y humildad. No hay en este mundo alguien con una capacidad más amplia de dar sin esperar nada, para ellas no hay hijo delincuente, ni despreocupado, ni feo. Cada hijo es un mundo hermoso y aromático único cuya esencia perfuma para siempre sus corazones. Toda madre es un tesoro, pero no cualquier tesoro sino uno invaluable que cuando lo perdemos no existe dinero en el mundo ni gloria Divina capaz de devolvérnoslo, sencillamente porque hemos perdido lo mejor que teníamos. Es cierto que algunas son malhumoradas, otras más empáticas, algunas más intransigentes; pero a todas las mueve una misma fuerza: el amor.
La madre es el taller de la vida, el horcón de la familia. Sin ella y sin su sabiduría, ¿podríamos orientarnos bien?, ¿alcanzaríamos las metas más fácilmente? ¿Demostraríamos quiénes somos sin complejos?, ¿podríamos sentarnos a llorar nuestras calamidades abiertamente?, si las respuestas son “no”, entonces llegó la hora de reflexionar y tomar en cuenta a ese ángel que nos trajo al mundo y nos ha acompañado sin complejos, sin egoísmo y sin rencor.
Según José Martí, “La madre, esté lejos o cerca de nosotros, es el sostén de nuestras vidas. Algo nos guía y ampara mientras ella no muere”.

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