En una sesión de Valores un estudiante,
pidió la palabra para hacer la siguiente pregunta: “profesor, ¿qué pasa cuando practicas
tus valores y la gente no te responde como esperas?” Le pedí pusiera un ejemplo
y así lo hizo: “Un día cedí el asiento en el microbús y la señora no agradeció
mi gesto”. El joven se llamaba Robert.
Robert,
¿qué tal si partimos de la Biblia?, –asintió con la cabeza–. San Mateo 6:3 nos
dice: “que no sepa tu mano izquierda” y el salón me ayudó “lo que hace tu
derecha”. Tenemos que comprender un principio básico que lo explica todo y que se
mencionó hace un rato: “los valores son convicciones”. Por tanto, se practican
por convicción y no a cambio de nada. Jacinto Benavente, dramaturgo español y
Premio Nobel de Literatura (1922) decía: “la
alegría de hacer bien está en sembrar, no en recoger”.
Imaginemos
cualquiera de ustedes en un día habitual. Se levantan (después de su gimnasia
matutina y haber desayunado bien), toman trasporte para asistir a la
universidad. Su deber, como ciudadanos honorables y más en su condición de estudiantes
universitarios, es saludar al subir al microbús. Probablemente nadie te
responderá, pero recuerda que tú no saludas para que te respondan sino por
convicción. Si hay dónde te sentarás, pero si más adelante sube una mujer
embarazada, persona mayor o alguien que precise tu solidaridad, le cederás el
asiento, si (no) te agradece verbalmente, qué importa, tu acción no fue buscando
agradecimiento, sino poniendo en práctica las convicciones que viven en ti y
que te hacen superior.
Al
descender del microbús, pagas y agradeces, pero podría asaltarte una duda: ¿por
qué agradecer si estoy pagando? Piensen cómo hubiese sido transportarse a pie desde
tu casa hasta la universidad u otras situaciones similares. “¿Qué otras
situaciones profe?”, –indagó otro estudiante–. Muchas, por ejemplo:
- Esa unidad de transporte necesita mantenimiento.
- Los conductores y cobradores tienen familia que mantener, cuentas que pagar, gastos que hacer para que su movilidad se mantenga en buen estado técnico y pueda estar disponible para otras personas necesitadas como tú.
- Has llegado sano, salvo y a tiempo a tu destino.
- ¿Regresarás caminando a casa? “No”, –respondió él mismo.
- Mañana cuando necesites transportarte nuevamente, ¿volverás a utilizar sus servicios o vendrás a pie? “No” –respondió nuevamente.
Pagar
el transporte es un deber social, pero ser agradecido es un don que solo se
encuentra en las personas más frondosas. Por otra parte, la repetición (cada
vez más creativa de nuestras acciones positivas) es esencial para nuestro
desarrollo personal y profesional. Si hoy hicimos el bien y logramos poner en
práctica nuestras convicciones sin dejar que nos asalte el ego, mañana haremos
lo mismo pero poniéndole más amor y desprendimiento para no involucionar; ello
hará que nuestras raíces se sostengan mejor y seamos más fuertes, más difíciles
de destruir y, obviamente, modelos de persona a seguir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario